Cuando hablamos de técnica gestual nos referimos a los movimientos que el director debe hacer con sus
brazos para indicar al coro la interpretación que desea. Ahora bien, ésta debe
surgir como consecuencia del estudio
previo que el director haga de la partitura. De lo contrario, el movimiento de
los brazos, en el mejor de los casos, se limitará a marcar ‘tempo’, ’fortes’,
’pianos’ y algún que otro regulador, lo cual sería como recitar una poesía sin
tener conciencia de su contenido.
La técnica gestual no sólo debe
reflejar la mecánica de la música (entradas, cortes, precisión de ataques,
etc.) sino también la expresividad. Una vez que se ha decidido que una obra es
apropiada para el coro lo que procede, en primer lugar, es estudiar la
partitura a solas, frente al piano o en un escritorio, observarla, analizarla,
trazar nuestro ‘mapa de ruta’, prever los posibles puntos de dificultad,
‘pre-oír’ el sonido que queremos producir con nuestro coro , pensar en las
atmósferas, los contrastes, lo que el compositor pudo haber imaginado y muchos
otros detalles que ayuden no sólo a diseñar ensayos eficientes, sino también a
elegir los movimientos que comunicarán mejor esas ideas interpretativas. Sólo
después de que tengamos la visión y la ‘escucha interna’ de lo que queremos
lograr será cuando el movimiento de los brazos, el gesto, pasará a tener
sentido. Con él no sólo indicaremos las figuras del compás, la velocidad, las
intensidades, la articulación sino también el ‘color’, la conducción de las
melodías, el carácter, los temas a destacar, la emoción que deseamos
transmitir.
Una buena técnica gestual es un dibujo
real y en vivo de todo aquello que en la partitura sólo puede llegar a ser sugerido. Por eso el gesto que proviene
del estudio profundo de la partitura se convierte en una herramienta de
transformación, comunicación y creación.
Imagen: Esquemas de algunas figuras básicas-técnica del gesto