Luego de
algún tiempo sin escribir por aquí, reaparezco para compartir con ustedes algo
de lo que he vivido en la última temporada. Me refiero al reciente trabajo
llamado ‘Pop Rock a Coro’,
realizado con Aequalis Aurea, la Coral Juvenil del Colegio Humboldt y
acompañados por Álvaro Falcón (guitarra eléctrica), Valeria Falcón (bajo
eléctrico) y Edgar Saume (batería).
Desde hace tiempo he querido acercarme a
canciones y autores que han dejado alguna influencia en mi vida y que no
pertenecen, de manera original, al estilo de música coral que suelo realizar.
Siempre tuve ‘el gusanito’ de querer hacer algo con guitarra eléctrica, batería
y con obras que ya hoy en día han trascendido el tiempo y las fronteras, y son
conocidas por el público, como por ejemplo, Bohemian Raphsody y Let it be.
Finalmente me decidí. Seleccioné el repertorio, busqué los arreglos, adapté
algunos, hice otros y surgió entonces un grupo de obras hechas famosas por los
siguientes grupos y cantantes: Los Beatles, Abba, Queen, Michael Jackson,
Sting, y una selección de obras de musicales de Andrew Lloyd Weber (un mosaico
o pot-pourri) y de Jonathan Larsson (Rent). El montaje de estas
obras requirió de un trabajo de mucha dedicación y exigencia. Escuchar
conversar en los ensayos a Álvaro y Edgar sobre la mejor manera de
tocar determinados pasajes, verlos ejecutar con su reconocido profesionalismo
estas canciones, presenciar su estudio y práctica fue absolutamente una escuela
para mí.
El acercamiento a este tipo de música no
es distinto al que exige una partitura de Miklós Kocsár o de Juan Bautista
Plaza. Requirió tiempo de estudio, de ensayos, de análisis. El coro y yo fuimos
recorriendo esos caminos nuevos para nosotros, de la mano de la intuición, de
la escucha a los intérpretes originales, experimentando un empleo distinto de
la voz, atreviéndonos a probar opciones y siempre con un profundo respeto por
la Música. Confieso que no pensé que el trabajo de este repertorio
sería tan arduo. Tan sólo Bohemian Rhapsody era como estudiar una
sinfonía. Comparto algunos ejemplos: cuando escuchamos atentamente a
estos intérpretes, detectamos lugares en los que no atacan las notas de manera
directa, sino con un leve portamento o deslizando el sonido desde una distancia
un poco menor. También es importante trabajar las articulaciones, la
conducción musical, las intensidades. Los acordes deben estar balanceados y el
trabajo de homegeneidad de las vocales es necesario moldearlo, tal como lo
haríamos con otro género, tal como lo hace Queen en su inicio de Bohemian, por
citar un ejemplo.
Al hablar de la dicción no hablo sólo por
el idioma en sí, que en nuestro caso requiere
mayor dedicación al tratarse de obras escritas en una lengua distinta de la
materna, sino porque la escogencia de las palabras está muy vinculada con la
articulación rítmica, especialmente en Mamma mia, de Abba, o Lady Madonna de
los Beatles. Muchas veces el color de las voces requiere ser más nasal o
abierto, pero siempre considerando la calidad y la salud vocal. Hay que
destacar las consonantes, valorar los silencios, sorprender con contrastes,
crear atmósferas, por ejemplo en Fragile, de Sting. Nos sorprendía que
canciones que todo el mundo conoce implicaran adentrarse en tantos detalles de
interpretación. Aprendimos a valorarlas aún más, ya no sólo desde el
acercamiento emotivo por lo que esas canciones han marcado, sino como obras
musicales en sí, tal como lo son.
La Música se manifiesta de diversas maneras, de la mano de Lennon y Mc Cartney, de Sting o en la pluma de Andrew Lloyd Weber, así como también en las notas de Rubén Blades o Juan Luis Guerra, por sólo nombrar algunos. Cuando ha sido creada con conciencia, con arte, atendiendo a los elementos que la conforman, no hay barreras de género, tiempo o lugar, ella trasciende. Es, verdaderamente, MÚSICA.
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